lunes, 18 de febrero de 2008

 

Así, de ese modo, te amaba, eras tú personaje incorpóreo, mezcla y extracto de dos hombres que por si solos no me daban nada. Te construí a modo de amoroso frankenstein, de las mejores partes de mis amantes inacabados, tan parecidos entre si, que no siempre pude distinguirlos sin errores.

Ahora te recuerdo, y me doy cuenta que eras casi perfecto. La pasión exacerbada por la lírica de uno, se revolcaba en la cama del otro, que a la sazón, no sabía cuánto me amaba hasta que me perdió en los brazos del primero. Boca llenas de palabras sabias, de consejos turbios, de palabras de aliento y regaños crueles, que a fin de cuentas, eran la guía verdadera de mi camino casi perdido, labios rosáceos hechos de seda, que sin dar cuenta de su diabólica belleza, en ambos casos, sirvieron más para hablar que para besar.

Y así, recorría caminos y platicaba las noches. No había daños, solo un poco de remordimiento que transformado se volvió dulce cinismo.

Cuánto amor, cuánto dulce derrochado...

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